Los 2 días que estuve en el hospital se me hicieron
interminables. Son unos días muy raros: tienes visitas todo el rato, no hay
nada de tu rutina habitual, no duermes ni descansas bien así que estás como en
una nube un poco borrosa, y además, ¡de repente tienes un bebé al que cuidar!
Creo que de verdad no fui consciente de que el bebé era mío
en el momento de irnos para casa, ¡¡nos lo llevábamos, era nuestro!!
La vestí por primera vez de calle, y no con los pijamas esos
tan feos que tenía en el hospital, y estaba taaaaan guapa!!! Mientras esperábamos
a que mi marido llegara con el coche solo podía mirarla embobada, es que era un
bebé perfecto, con sus mini manitas, sus mini pies, mini orejitas…aissss que
cosita tan chiquitina, y la habíamos hecho nosotros, era nuestra hija!!! Me habría
quedado horas mirándola (como luego hacía en casa jajaja)
El momento de llegar a casa fue muy muy especial, os lo
recomiendo. La última vez que salimos por esa puerta éramos 2 y volvíamos 3.
Entramos y fuimos yendo de habitación en habitación con la niña en brazos enseñándole su nueva casita, la que sería su habitación, todas sus cositas… ella estaba
medio adormilada pero a nosotros nos hizo mucha ilusión, fue un momento muy
bonito e íntimo.
Los primeros días en casa suelen ser duros, son días de
aprender muchísimas cosas y de conocer al bebé, y quizá en ese momento, de ser
consciente de todo lo que iba a cambiar tu vida.
Hay que tomárselo con muchísima calma, mucha paciencia y
saboreando cada uno de esos primeros recuerdos que ya quedarán para siempre
grabados en tu memoria.
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