Según se iba acercando la fecha probable de parto por la
calle solo veía embarazadas y bebés, y yo iba como una tonta mirándolos a todos,
pensando que en breve estaría yo paseando con mi niña, y comparando barrigas
calculando de cuánto estarían, en mi vida en esos momentos todo eran bebés y
cosas de bebés!!!
A estas alturas ya me había lanzado compulsivamente a las
compras y ya tenía todo preparadísimo para cuando llegara mi niña: cochecito, cuna,
hamaca, bañera, ropita…y un montón de cosas mas, porque para lo enanos que
son…¡¡las cosas que necesitan!! (decir que los regalos de la babyshower ayudaron muchísimo jijiji)
Los últimos días de embarazo son los más duros. Tienes tal
barriga que estás muy torpe, te cansas a la mínima que te mueves, tenía muchos
dolores de espalda, el bebé ya está tan apretadito que en cuanto se mueve te
pega unas patadas… yo dormía fatal porque no sabía ni en qué postura ponerme,
aunque ya era otoño me acaloraba un
montón y estaba deseando que llegara el frío (¡¡¡yooooo, con lo friolera que soy!!!) y la mitad del
día me la pasaba en el baño, porque no hacía mas que orinar, no podía ponerme
el calzado…
Recuerdo, ahora con cariño, una noche en especial a las 3 de la mañana en la que me estaba
dando tales patadas que no podía dormir, y que cuando lo hacía me
despertaba. Estaba muerta de sueño, y ya no sabía ni que hacer. Me levante de
la cama y me puse a pasear por el pasillo, como si estuviera acunando a la
tripa, y mientras andaba pasillo arriba y pasillo abajo pensaba: “¡¡¡Pero si no
has nacido y ya estoy acunándote para
que te duermas!!! En poco tiempo será igual, pero contigo en brazos” y a
los pocos minutos mi chiquitina se durmió, y yo pude volver a la cama y dormir
tranquila.
Cuando estaba cerca de salir de cuentas todo el mundo me paraba por la calle: ¡¡qué poco te queda!! ¿estás nerviosa?
¡estarás deseando que llegue ya! La
verdad es que curiosamente no estaba nada nerviosa, me había mentalizado a
conciencia de que si otras podían, yo también, que iba a doler ¡por supuesto!,
pero iba a ser un rato de pasarlo mal por tener a mi niña conmigo el resto de
mi vida, ese iba a ser mi premio, y pensaba, si no sale o no puedo, ya me la
sacarán, ¡ahí no la van a dejar!
Por otra parte tenía sentimientos contradictorios respecto a
que llegará ya la hora de dar a luz: por un lado tenía muchísimas ganas de
verla la carita y poder abrazarla y besarla, pero por otro… mi embarazo fue
taaaaan bueno, y yo estaba taaaaan feliz, que me daba pena que se acabara, y
además (egoístamente) pensaba, que
mientras estuviera en mi tripa era solo mía, pero que cuando saliera ya la
podía tocar y coger todo el mundo. Pero bueno, quisiera o no ese día iba a
llegar pronto, así que no podíamos hacer otra cosa que esperar a que la niña se
decidiera a salir.
0 comentarios:
Publicar un comentario